El terreno es como una alfombra, una fina tela que al levantar uno de sus puntos se crea bajo ella un nuevo espacio, pero su superficie sigue siendo continua.
El nuevo espacio creado bajo el “túmulo” tendrá siempre ese carácter cálido que viene implícito en ese acto de “acoger” que en ocasiones nos brinda la naturaleza, sentarse bajo un árbol, resguardarse de la lluvia en la entrada de una cueva, salir al exterior cuando ya brilla el sol… Siempre en contacto con esa naturaleza.
Se crea una nueva topografía, se actúa sobre los espacios exteriores, cuidándolos, se respetan escrupulosamente todos los árboles y se añaden nuevos elementos vegetales.
Buscando entre el espacio intersticial que queda entre los árboles, se encuentra un punto en concreto, un eje, un centro de gravedad, un vértice que servirá de cima del “túmulo”. El terreno se fractura, se agrieta, empiezan a parecer las laderas inclinadas. Lo que era suelo vegetal ahora es cubierta vegetal. Lo que era espacio al aire libre pasa a ser espacio cubierto…
Por fin aparece el “túmulo”, el nuevo pabellón, pero se nos muestra quebrado, ya que el terreno no se rompe por igual.
La relación entre el espacio exterior y el espacio cubierto tiene que seguir siendo fuerte, por eso sólo los separan una secuencia de finas capas transparentes, que acentúan el componente visual de esa relación, pero que protegen.
Este concurso, aparte de por la gran cantidad de propuestas presentadas, ha sido bastante polémico por la poca seriedad de la entidad convocante. Vamos, un nuevo desastre institucional.
A nosotros nos eliminaron en la última ronda.
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